El Jubilado No. 37
Información picuda y activa contra
mentalidades chatas y pasivas, editada por alguien en algún lugar de la ninguneada
Delegación de Pensionados y Jubilados del STAUS.
Número 37 - abril de 2018
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Contra todo pronóstico sobrevivimos
la Semana Santa y ya entrados en Pascuas nos viene a la mente (ya ve cómo son
estas cosas) la exclusión por decreto que sufrió nuestra delegación por quítame
estos plebiscitos, pero, siendo como lo es una ofensa pedestre, la dejamos
debidamente archivada para posteriores consultas y eventualidades.
Suponemos que la mejor actitud es la
ejemplificada por las clientes que ingresan al rastro municipal debidamente
concesionado: caminan en fila al ritmo que marca la pica eléctrica y, con uno
que otro reparo, ingresan a ser procesadas como carne clasificada, seguramente
conscientes de que su destino de cuadrúpedos criados exprofeso es ponerse
flojitos y cooperando.
¿Es mala la comparación? Nada más
fíjese en esto: los académicos nacen, crecen y se reproducen de acuerdo con las
asignaciones presupuestales que se dedican al rubro de
plazas académicas,
aunque muchas de ellas se evaporan en el camino para condensarse nuevamente en
la administración, o se asignan en función de la magnificencia de la burocracia
correspondiente. Asimismo, se empuja al personal a acreditar estudios de
postgrado, siendo importante contar con doctorado para labores propias de un
licenciado. La dependencia económica alimenta el poder del burócrata sobre el
académico y es común ver procesiones de personas con folders bajo el brazo, en
espera de que alguien calificado les haga la gracia de firmar constancias y
acreditaciones, con el ingrediente de que la maquila de diplomas tiene sus
mejores momentos a discreción del jefe correspondiente. La vaca académica se
alimenta de migajas y expectativas, de buenas o malas caras y de mejores o
peores relaciones “arriba”. El ganado está listo para el sacrificio, toda vez
que se acostumbra a caminar en cuatro patas y resistir los piquetes en el
trasero mientras se avanza en la línea de producción, y todavía se espera que
diga “gracias” y pague los favores.
Las posibilidades de que las
condiciones de trabajo mejoren y que se dignifique la labor académica dependen de
la lucha diaria, pero sin duda se tienen dos momentos fundamentales para ello y
son, justamente, durante las revisiones salariales y contractuales. ¿Estamos
tan acostumbrados al piquete en el trasero que ya ni siquiera se considera
seria la opción de la huelga? ¿Es aventurado luchar por la defensa de los
derechos laborales y sociales de los trabajadores? La duda nos corroe las pestañas…
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