El Jubilado No. 40


Información picuda y activa contra mentalidades chatas y pasivas, editada por alguien en algún lugar de la ninguneada Delegación de Pensionados y Jubilados del STAUS.

Número 40 - abril de 2018
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Estamos de plácemes. El ciclo emplazamiento-revisión-negociación-cierre o conclusión del proceso de revisión salarial 2018 se resolvió por vía de una enérgica y contundente expresión de la combatividad y nivel de conciencia sindical de los académicos. Se dice fácil pero los números no mienten: 432 votaron por la huelga mientras que 817 lo hicieron por el no. La democrática, responsable y combativa decisión de seguir estando como estamos marca hitos y establece tendencias en la legitimidad del sindicalismo clientelar y tortipuntista. La meritocracia de casa se anota un triunfo más, tras el sonado éxito de ceder en una ocasión anterior a la “armonización” del Estatuto del Personal Académico (EPA) y otras minucias que no comprometen la imagen y expectativas de logro de las figuras que componen la administración universitaria y las dirigencias con sentido del humor. Obviamente la oposición y los románticos del sindicalismo reivindicativo de los derechos laborales, sociales y, sobre todo, contractuales chupan faros.

Por el lado de los trabajadores manuales y administrativos adheridos al STEUS, los resultados fueron todo lo contrario: por el sí a la huelga fueron 827 contra 524 que dijeron que siempre no, lo que hizo posible que la Unison luzca en sus accesos la bandera rojinegra. Huelga habemus por parte de los aguerridos trabajadores que ganan menos y mantienen viva la llama del sindicalismo universitario que aún es capaz de decir NO a las zalamerías, amenazas y corruptelas ratoneras de la administración en turno. La conciencia de clase presenta signos de vida, aún.

En uno y otro caso, la administración universitaria cargó todas las canicas en la bolsa del ISSSTESON, como si de la legitimidad del puesto de rector ( y otros cargos importantes) dependiera y como si las facturas por el logro de una posición de relevancia intra y extrauniversitaria fueran tan gordas que la dignidad y el decoro salieran sobrando: la urgencia de lograr una “armonización” con la Ley 38 del Instituto pergeñada con ánimos recaudatorios ha obrado el milagro de una suerte de ingeniería financiera de alcance enano que valida el pago de cuotas más altas a un instituto que ya tiene fama de ser la caja no tan chica del gobierno prianista, y que su reciente y escandaloso saqueo arroja un daño patrimonial de 6 mil 41 millones de pesos actualmente desaparecidos, desviados, evaporados y posiblemente enterrados en la maraña legaloide que padecemos los ciudadanos de a pie cuando queremos hacer valer nuestros derechos. El ISSSTESON se ha convertido en un barril sin fondo que quiere más, aunque no necesariamente retribuya con mayores ni mejores prestaciones y servicios.

El aparato administrativo estatal se ha apuntado el triunfo de ver a la Universidad reducida a fachada, discurso eficientista y organismo colaborador en la imposición del neoliberalismo en la educación, la seguridad social, las expectativas de vida y carrera de sus hijos y entenados, algo así como una maquila de “universitufos” en vez de la vieja misión de formar universitarios. Los tiempos cambian y los conceptos terminan recogiendo la naturaleza de los cambios.

En esta isla urbana la simulación se convierte en la vía idónea de la promoción y el éxito, porque la ley orgánica funciona como el asidero normativo de la claudicación de la academia y su inmolación en la piedra de sacrificios de la administración. En esta entidad burocrática la conciencia sale sobrando cuando el espacio vital es llenado con títulos, constancias y acreditaciones producidas al calor del interés de lograr cuotas estadísticas y meritocráticas, pero carentes de contenido científico, tecnológico o humanista. No tenemos personas, sino números de expediente que administrar.

Si están así las cosas, ¿para qué puede servir un sindicato? ¿Cómo placebo moral que aminore el reflujo de la conciencia?, ¿como curita psicológica que atenúe el ardor de la prostitución institucional?, ¿Cómo divertimento trasnochado para después de cobrar complementos y reclamar canonjías? ¿Podremos flagelar con autoridad moral las fofas carnes de los liderazgos venales, o sólo vale la palabra y las obras de los propietarios de los cargos? La moneda de la democracia rodó por el suelo hasta caer en la alcantarilla de la realidad institucional. El olor a podredumbre resiste el riego por aspersión de los perfumes comprados con cuotas y subvenciones. Huele a caca… y mucho.

Si nos interesa el futuro, el sindicalismo universitario debe rescatar su impulso primigenio, el ánimo reivindicatorio, de justicia social y de empeños solidarios. Por lo pronto, se impone la unidad y el apoyo incondicional a los trabajadores del STEUS, actualmente en una huelga cuesta arriba, asediada por un gobierno que persigue “armonizar” nuestra seguridad social a la Ley 38, como lo hiciera la autoridad universitaria con el EPA, y regatear derechos y prestaciones al máximo en aras de quedar bien con los posibles inversionistas extranjeros, en el marco de una “mega-región” absurda, extra lógica y calenturienta. Aquí, la vieja paz porfiriana se cataloga como moderna y progresista, aunque pase por encima del propio derecho laboral y las más elementales nociones de justicia. La lucha del STEUS también es nuestra lucha. ¡Culo de perro el que se raje!

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