El Jubilado No. 44
El Jubilado
Información picuda y activa contra
mentalidades chatas y pasivas, editada en algún discreto lugar de la ninguneada
pero codiciada Delegación de Pensionados y Jubilados del STAUS.
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No somos nada… no somos nada. Esta bonita
frase revela claramente cuán fútil es cualquier empeño en prolongar nuestra
estancia y dilatar nuestro paso por los lugares, puestos, cargos o
instituciones. Hoy estamos aquí y mañana no sabremos si estamos o si alguna vez
estuvimos; el futuro es incierto pero el análisis de las trayectorias de los
fenómenos nos ayuda a dilucidar nuestro tránsito vital, rascándole materia al
porvenir y colocando piezas en el puzle multidimensional de nuestras vidas.
Algunos lo entendemos así, que los
puestos de elección sirven para ejercerlos durante un tiempo y son el puerto de
legitimidad de la acción pública. Quienes son funcionarios debe saber que la
aspiración de seguir con el poder de la firma tras la fecha de vencimiento del contrato
es una mera ilusión; de hecho, es una pendejada. Empecinarse en seguir “siendo
el rey” tras caer el telón final en una obra de tres o seis actos es estúpido.
También lo es, guardando las proporciones, cuando en las lides sindicales
alguien se empeña en seguir dirigiendo los destinos de la organización mediante
terceras personas, en achichincles sin mucha materia gris pero dispuestos a ser
la cara visible y formal del poder.
Tal inclusión e identidad gremial
puede chocar con la inclusión selectiva, sesgada que promueve la
incondicionalidad, las clientelas, las corrientes hegemónicas que antes que
airear las aguas sindicales las estancan y pudren. El impulso democrático
termina convirtiéndose en su contrario cuando el grupo, la corriente, el núcleo
hegemónico busca aplastar cualquier disidencia, cualquier posibilidad de
ejercer la crítica y la autocrítica, cualquier atisbo de oposición y de
divergencia de opinión o postura ante problemas que nos son comunes. Un ejemplo
de esta situación sería cuando la dirigencia sindical manipula las elecciones
de otros órganos de decisión como pueden ser las representaciones
delegacionales. El sesgo favorable hacia una de las opciones y el trabajo de
acarreo en las votaciones ilustra la escasa comprensión que puede existir en
materia de democracia, transparencia y equidad. El poner los recursos en juego
para que “nuestra planilla” gane es en sí una vacilada, una intervención
grosera en la vida de la delegación, así como una forma ridícula de reproducir
en el sindicato lo que vemos, sufrimos y criticamos en las elecciones del
sistema político del país. ¿Somos iguales o nomás nos parecemos? ¿Ya estamos
“maduritos” en los términos del sistema como para ensayar tranzas y trucos electorales?
¿Si nosotros lo hacemos no hay problema porque tenemos controlada la verdad
histórica de nuestra organización? Mal negocio. Todo tiene fecha de caducidad.
Para ser claros: toda oposición no
necesariamente supone una contradicción insalvable, antagónica, sino que es una
oportunidad para que la organización mejore y tenga mayor capacidad de respuesta
frente al enemigo real que es el sistema que excluye, agrede y minimiza los
logros y derechos de los trabajadores. Si condenamos algo en el discurso ¿por
qué caer en eso en la práctica?
En El Jubilado nos pronunciamos por la limpieza electoral, por eso
señalamos como una conducta grosera y equívoca que alguien del Comité Ejecutivo
se haya dado a la tarea de hacer campaña en favor de una de las planillas registradas
para la representación de la Delegación de Pensionados y Jubilados.
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