El Jubilado No. 52


Información picuda y activa contra mentalidades chatas y pasivas, editada por alguien en algún lugar de la modosita y bien portada Delegación de Pensionados y Jubilados del STAUS.

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Pues vuelven a cimbrarse las instituciones del cabrón gobierno con la enérgica marcha de los sindicalistas que reclaman algo más que aspirinas para la cura de sus males. La salud, compañeros, es algo que se gana a punta de golpes de calcetín y que se mantiene con documentos entregados al Congreso. ¿Qué pasa con los más de 6 mil millones de devaluados pesitos esfumados de las arcas del ISSSTESON? ¿A dónde fueron a parar los fondos millonarios del ahorro de los trabajadores? ¿Quién se retuerce de la risa en alguna alfombrada estancia? ¿Hasta cuándo los sindicalistas van a aplanar las calles y dar la nota folclórica de una oposición a la leperada guardando las formas y saliendo en la foto?

No estaría de más que el sindicalismo trotacalles no sólo visibilizara el problema localmente, sino que acudiera a los medios nacionales y buscara el apoyo de organizaciones sindicales y sociales con peso y presencia política nacional, así como emprender la lucha legal por la vía de una demanda contra el ISSSTESON por incumplimiento del Contrato de Prestación de Servicios Sociales que tiene suscrito con los organismos afiliados. Además del ruido callejero y la satisfacción de salir en las fotos levantando el puño para que se vea que hay vida y nervio sindical, es importante emprender acciones cuya repercusión sea parte de un proceso legal que cale hondo en el esquema de impunidad y perversión que se ha instaurado en el gobierno.  

Las amenazas del paro estatal que se renuevan cada vez que hay necesidad de mostrar energía mediática empiezan a perder su efecto y el desgaste de un discurso muchas veces repetido puede dar en convencer a las bases sindicales de que de lengua nos hemos de comer un taco. Es claro que el Instituto en particular y el gobierno en general dan por hecho que perro que ladra no muerde y es, seguramente, motivo de jolgorio y cuchufleta el anuncio de una nueva marcha para lo mismo, con los mismos resultados (Suena en off la canción folclórica aquella de “no mamenaces, no mamenaces…”). En el sindicalismo como en el amor es muy cierto aquello de que obras son amores…  

Pero, hablando de otras cosas, resulta curioso que nuestros dirigentes esgriman el contrato colectivo para dar carpetazo y sopapo a las demandas de los pensionados y jubilados por aquello de que tenemos derechos plenos, iguales que los trabajadores activos, pero están limitados o condicionados por el clausulado del contrato: Nosotros sí, pero ustedes no. La pregunta obligada es: si el clausulado del contrato colectivo se negocia y cada una de las partes defiende lo suyo y acuerda finalmente con su contraparte, ¿qué defiende la parte sindical en las negociaciones y qué le hace ceder ante la autoridad como lo hace? ¿De qué tamaño es la defensa de los derechos de los sindicalistas y en particular la de los pensionados y jubilados? ¿Por qué se ve como natural que los académicos en retiro se excluyan, marginen y ninguneen tan deportivamente como está visto? Algo anda mal en el cerebro de los liderazgos que con tanta ligereza toman el contrato para dar sopapos legaloides a los compañeros que siendo retirados del servicio activo son sindicalistas de pleno derecho según lo establece el Estatuto Sindical que nos rige. ¿No habrá manera de ser un poco más congruentes?

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