El Jubilado No. 72


Información picuda y activa contra mentalidades chatas y pasivas, publicada por alguien que resuelve crucigramas en algún lugar de la aún Delegación de Pensionados y Jubilados del STAUS.
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No hay duda de que la división del trabajo entre la administración y el sindicalismo universitario rinden sus frutos. Ya ve usted que se organizó un plebiscito para avalar el incremento en las cuotas que se pagan al ISSSTESON y que junto con las aportaciones institucionales van a parar al barril sin fondo del Instituto, con el exitoso resultado que ahora, justamente cuando el horno Isssstesonero está para bollos, se da la noticia de que el congreso aprobó una aportación adicional del 50 milloncitos al presupuesto universitario a fin de que cumpla con el capricho de la dirección del ISSSTESON que tan decididamente nos ha presionado y ninguneado en los últimos años.

Desde luego que la Administración universitaria se adorna con el logro y responde que ya hay recursos para satisfacer la solicitud sindical de un aumento en la cotización del 34% de la prima de antigüedad, pero no sólo eso sino el 35% en favor de las arcas de esa caja no tan chica que provee por ley la seguridad social, y se congratulan porque “ya hay condiciones” para firmar un nuevo convenio al gusto del Instituto que se limpia con el principio jurídico de la no retroactividad de las leyes. Aquí repetimos que no estamos de acuerdo en la firma de un nuevo convenio, que debemos defender la vigencia del actual contrato con ISSSTESON, que bastaría con que la universidad reporte la nómina con los sueldos completos manteniendo los actuales porcentajes de descuento por concepto de cuotas y aportaciones y que, en todo caso, éste sea el contenido de cualquier nuevo instrumento complementario al vigente que norma la relación entre UNISON-ISSSSTESON.   

Este aumento presupuestal es un logro conjunto de las gestiones de la administración “desde hace más de un año” y de las huestes sindicales plebiscitarias, democráticas y combativas defensoras de la salud financiera del ISSSTESON que ahora, por buenas razones y con acuerdos firmados, se deslindan de la decisión de vender terrenos y estadios para “rescatar” financieramente al instituto de marras. ¿La unión hace la fuerza? ¿Ganó la base trabajadora o solamente el gobierno que hace changuitos por evadir las responsabilidades que marca el artículo 116 de la Ley 38 del ISSSTESON?

Con este chorro de dinero que está por caer del cielo, ¿el gobierno seguirá impulsando una reforma a la ley 38 más recaudatoria que la de Bours, causa de que ciertas fuerzas vivas maniobren, difundan y promuevan la “necesidad” del incremento a las cuotas? ¿Son los sindicatos los obligados a rascar el fondo del bolsillo proletario, promoviendo y justificando los aumentos en las cuotas y aportaciones, aunque paralelamente denuncien, exijan y difundan la mejora a los servicios de salud y demás prestaciones ligadas a la seguridad social y el castigo a los culpables del desfondo pensionario? ¿Estaremos ante un problema de disonancia cognitiva? ¿Somos víctimas de los usos y costumbres de la Chimoltrufia?

Pero, ya entrados en gastos, ¿los logros son solamente para el personal en activo con aspiraciones jubilatorias en algún plazo indeterminado y se dejará, como ha sido costumbre, chiflando en la loma a los ya jubilados y pensionados? ¿Hasta ahí llega nuestra noción organizacional de la justicia distributiva? ¿La ética particular de la administración es compartida por los sindicatos en el asunto de ignorar y barrer bajo la alfombra la idea de, por ejemplo, una jubilación dinámica y actualizar progresivamente los ingresos de los trabajadores retirados? ¿Cómo organización, estamos enterados de que se promueven logros que tienen el efecto negativo de producir jubilaciones de primera, de segunda, de tercera y más? ¿Habrá un criterio equitativo que promueva iniciativas defendibles y exigibles en la mesa de las negociaciones salariales y contractuales, con el fin de que se revisen y actualicen las pensiones en la parte que corresponde aportar a la institución universitaria? ¿En serio, se va a impulsar un modelo de universidad, y de sindicalismo, que abandone el pragmatismo cosificante del neoliberalismo y asuma la línea de la justicia social y la solidaridad sindical entre generaciones? Por último, ¿los universitarios retirados podrán tener como defensor de sus intereses a la organización sindical a la que pertenecen? ¿Quizá? ¿Alguna vez antes de aparecer en el obituario? ¿Nos llegará la transformación prometida nacionalmente y, como buenos jueces, empezaremos a hacerla realidad en nuestra casa sindical? La moneda de las decisiones está en el aire… ¿O ese arroz fue comprado hecho y no sabemos cuándo se coció?

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