El Jubilado No. 73


Información picuda y activa contra mentalidades chatas y pasivas, publicada por causa de utilidad lúdica desde algún lugar de la aún Delegación de Pensionados y Jubilados del STAUS.
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El ambiente en las negociaciones contractuales hace que el termómetro suba y baje con locura. ¿Será porque es febrero? Hoy se puede decir una cosa y mañana otra, de la misma magnitud pero en sentido contrario: tan se puede decir que hay condiciones para la firma del nuevo convenio que quiere el ISSSTESON porque se autorizó una aportación extraordinaria de recursos para echar al barril sin fondo que administra (sic) Pedro Ángel Contreras, como también se puede decir que no es firme el compromiso porque no se ha recibido el comunicado oficial de la disponibilidad, lo cual seguramente deberá provocar diarreas cuatas en los esforzados impulsores universitarios (sic) del famoso convenio.

En caso de ser así, ¿el perruno director del ISSSTESON y la señora gobernadora torcerían la jeta por la ineficiencia de sus empleados eventuales? ¿El esfuerzo de convencimiento empleado en el pasado plebiscito estaría en riesgo de ser una victoria pírrica en caso de que siempre no fluyan los fondos requeridos en tiempo y forma? ¿Se imagina usted que por alguna broma del destino se tuviera que posponer la tan ansiada firma del convenio. ¡No lo quieran Dios y Santa María Virgen!     

No me dirá usted que no le gustan los chistes, o las anécdotas, sobre todo cuando exigen un mínimo de esfuerzo para desentrañar los a veces oscuros mensajes y los retruécanos que nos depara la vida sindical y las negociaciones contractuales. El sindicalismo a la mexicana es, con frecuencia, fuente de uno y mil chascarrillos y anécdotas picantes o tenebrosas y, como en esas andamos, más vale avisparse y no morir en el intento de ignorar ciertas cosas. Para terminar, compartimos una historia del lado oscuro muy buena que nos contaron recientemente:

Resulta que, en el marco de la revisión contractual, en una lejana universidad de cuyo nombre no tiene caso acordarnos, había una comisión negociadora reunida en discretísimo conciliábulo. La discusión iba en torno a la revelación de que el sueldo del Rector era de 127 mil pesos mientras que el de la Secretaria General Administrativa alcanzaba los 110 mil… La noticia caló en la conciencia de los comisionados que, de inmediato, se afanaron en una discusión acerca de cómo utilizar la información en forma redituable para sacar adelante algunas cláusulas del pliego petitorio, en una especie de tú me das y yo te doy, como un juego de toma y daca donde se ponía en la mesa el “sí a la cláusula X y Z o te pongo el dedo con la comunidad por lo abusivo de tu sueldo”. Para que se vea más claro: me das esto a cambio de mi silencio. Los comisionados terminaron la discusión con úlceras en la conciencia, ataques de caspa y forúnculos en el ano.

Por nuestra parte, celebramos que no sea nuestro caso debido a la proverbial integridad y el sentido de responsabilidad que tiene nuestra comisión, y su compromiso de combatir la opacidad e impulsar un modelo de universidad alternativo que privilegie la transparencia y haga posibles los cambios que la sociedad demanda en materia de Educación Superior. Como se recordará, por ahí va el contenido de uno de los puntos del pronunciamiento que surgió del Segundo Foro sobre Educación Superior recientemente realizado. ¡Menos mal que tenemos convicciones!

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