El Jubilado No. 118


Información picuda y activa contra mentalidades chatas y pasivas, publicada por alguien renovado en algún lugar periférico de la aún Delegación de Pensionados y Jubilados del STAUS.
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 ¡Albricias! ¡Hurra! ¡Aleluya! Habemus Papam. Pero no… lo que habemus es nuevo (Recontra Sic) Secretario General del Comité Ejecutivo de nuestro muy democrático, progresista, combativo, transparente y renovado sindicato. La voluntad de cambio de los compañeros venció los feos trucos y argucias de Tlaloc. La lluvia no impidió que se celebrara el evento ni pudo disipar el fuerte tufo neoporfiriano emanado en el campus.

Los números son contundentes, fríos como cerveza de serpentina, precisos como mano de cirujano, irrebatibles como la Ley de Gravedad. Quien afirme que “numerito habla”, pues sí, tiene razón.

Desde le trinchera de El Jubilado nos unimos al entusiasmo por ver renovados y fortalecidos los cuadros representativos del sindicalismo académico aureoceleste. Los demás, que son una pequeña mayoría, pueden chupar faros, hondear gatos de la cola, aprender Esperanto o simular que aquí no pasó nada… Los hechos y las palabras apuntan hacia el triunfo del Déjà vu universitario.

Fue conmovedor ver en un día lluvioso el discreto flujo de los votantes, sabedores de que el destino de la organización estaba en sus manos y votaron por la probada experiencia de diez años de ejercer el control que demuestra cuán adictivos pueden ser los puestos de primer nivel en una organización. ¿Más vale malo por conocido que bueno por conocer? Creemos que se valoraron los méritos de un cambio importante que se dio por allá en 2007 y que se repitió en 2009, para permanecer velando por el sindicato hasta la fecha presente: flotando arriba, en medio y al lado, pero flotando, acostumbrando a los académicos a ver caras y actitudes duraderas en el tiempo, al margen de la lógica modificación de las condiciones contextuales. Se creó una burbuja, pues.

¿Nos molesta que hayan quedado los mismos? No, porque esos son los que quedaron al final de un proceso donde decidió la mayoría de quienes votaron. La cosa es sencilla: si a pesar de lo duradera que ha sido la presencia de tal o cual compañero en lo que algunos pudieran entender como “poder” la gente vota a favor de su permanencia, pues esa es la medida en que la base sindical entiende y promueve el cambio y, contexto nacional aparte, lo que mejor se acomoda al interés individual planteado como colectivo por obra y gracia del proceso electoral. Somos como votamos.

Lo anterior plantea interesantes posibilidades de acción, porque se reconoce como realidad la falta de conciencia del significado de la democracia interna y su necesidad de hacerla realidad en un país donde se trata de salir de la modorra electoral donde se votaba por los mismos, hasta que la mayoría dijo “BASTA” y fue consecuente con ese hartazgo. Es claro que para el sindicalismo universitario aún no ha llegado la hora de “sacar al Prian de Los Pinos”. Pero, si todo lo que sube tiene que bajar, es obvio que el tiempo del aterrizaje habrá de llegar.

Cabe recordar que en el ejemplo histórico del Profiriato, se respetaba formalmente la consigna liberal de “Sufragio Efectivo. No Reelección”, pero se violaba el espíritu democrático del necesario cambio de los representantes mediante el hábil truco de poner a hombres de paja entre elección y elección, se llegó a un punto donde la farsa tuvo que llegar a su fin.

O, en la época contemporánea, el singular ejemplo de Fidel Velázquez Sánchez, líder eterno de los cetemistas, o Francisco Hernández Juárez, en el caso de los Telefonistas, o Carlos Romero Deschamps con los petroleros, o Elba Esther Gordillo Morales del SNTE, o Martín Esparza en el SME; o el etcétera selecto que usted quiera proponer de elecciones democráticas pero manipuladas por sutiles mecanismos clientelares, temor al cambio o comodidad con el Statu Quo.

Guardando las obligadas proporciones, tener cuadros dirigentes que no se renuevan por más que tengan medallitas y milagros colgados de la camiseta, sugiere inmovilidad sindical, ausencia de cuadros de relevo, indolencia y conformismo general.

En el sindicato hay gente valiosa, buenos profesionales y reconocidos académicos pero, sin quitar méritos a los que quizá involuntariamente hayan contribuido, se ha convertido al sindicato en propiedad personal, desvirtuando su imagen democrática y progresista, enrareciendo el ambiente y cancelando la posibilidad de que la organización se oxigene con nuevas ideas y formas de abordar los problemas de cara a las transformaciones nacionales y, particularmente, de la vida sindical.

Se abre un período de dos años en los que se pudiera sospechar que los renovados dirigentes de ayer y de hoy buscarán la forma de perpetuar su imagen, mecanismos de control y compromisos dentro y fuera de la institución. También resulta razonable pensar que la oposición verá la forma de trabajar de manera concertada en un proyecto democratizador de mediano y largo plazo.

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