El Jubilado No. 129


Información picuda y activa contra mentalidades chatas y pasivas, publicada por alguien que se lava las manos escrupulosamente, guarda la sana distancia y observa microbios mediante algún discreto lente en la aún Delegación de Pensionados y Jubilados del STAUS.
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 Pues ya estamos en abril, mes promisorio en materia de alergias y los últimos aletazos de la influenza, a los que se añade la pandemia del SARS-CoV-2, bicho que produce la fea enfermedad del COVID-19, o sopa de murciélago oriental.

Como el mundo tiene una atmósfera que compartimos y contribuimos a empobrecer con aerosoles y actividades que afectan la capa de ozono, ahora tenemos una nueva amenaza para la salud mundial que se desparrama por razones de la sociabilidad humana: saludotes y apapachos, estrujamiento de manos y besuqueos en aras de una cordialidad más física que emocional, aportan secreciones que permiten que el coronavirus pase a navegar en nuestro sistema respiratorio.

Aquí el concepto clave es la saliva, las microgotas que fluyen de su nariz o boca a la del vecino, sin dejar sentidos a los ojos y mucosa nasal del incauto receptor de su cordialidad o amena charla, y la solución obligada es guardar una sana distancia.

El mantenerse prudentemente alejado de los demás, sobre todo de aquellos que acostumbran el palmoteo de amigos o conocidos después de picarse la nariz, toser hacia los otros en medio de la conversación o hablar en nuestra mera jeta, resulta ser la clave del éxito en materia de preservar nuestra integridad física y emocional.

De hecho, la sana distancia debiera observarse siempre si consideramos que somos seres que vamos por la vida desparramando microbios envueltos en fluidos y secreciones, mediante embarramientos involuntarios y, generalmente, falta de higiene: El decir “lávate las manos” significa no simplemente untarse rápidamente el jabón para simultáneamente enjuagarse, sino aplicar el jabón a fondo, restregar durante unos 20 segundos las palmas, el dorso, entre los dedos, el pulgar y, después, enjuagar. No es lo mismo mojarse las manos que lavárselas.

La epidemia se ha visto generosamente condimentada con avisos y comunicados en un tono alarmista por parte del gobierno del Estado, aventando cifras de posibles afectados y tomando medidas basadas en los siniestros supuestos que huelen más a simulación electorera que a verdadera preocupación y sincronía con las autoridades federales a cargo de la emergencia nacional.

Da la impresión de que la necesaria coordinación no se da y que se toman medidas, tanto por parte del Estado como de ciertos municipios, nomás porque ven la tele y se ponen a sudar calenturas gringas o europeas, en año preelectoral, en vez de informarse y seguir las orientaciones e informes diarios del gobierno federal. Simple coordinación intergubernamental.

¿Qué sería del gobierno estatal o algunos municipales si no toman medidas tan ingeniosas como lucidoras en forma de “toques de queda”, “ley seca”, “reducción de la venta de gasolina”, entre avisos estridentes de que “están trabajando”? ¿Qué parte de que la emergencia sanitaria no implicaba suspensión de garantías ni la adopción de medidas como los toques de queda no entendieron? En todo caso, si los ciudadanos no se vieran tratados como una partida de imbéciles que deben ser obligados a gritos y sombrerazos a cuidar de sí mismo y los demás, sería más fácil la participación voluntaria, madura, informada y solidaria. Todo se puede con un poco de voluntad y de respeto.

Llama la atención el fenómeno de las compras de pánico de papel higiénico, gel antibacterial y cubrebocas cuando no se tienen síntomas de contagio, todo con el fin de no perderse la paranoia de moda, siendo que las medidas propias del caso son: lavado de manos frecuente, sana distancia y no salir a la calle si no es necesario.

En medio del histérico y silvestre protagonismo estatal no deja de ser chistosa la participación del secretario de salud, ex del ISSSTESON, cuando dice que nos “cuida” en esta emergencia, siendo que su máximo mérito en materia de salud fue el apuntalamiento de una estructura de negocios farmacéuticos y conexos subrogados, y el permanente parloteo de amenazas, disculpas, pretextos y manipulaciones de la institución que debiera garantizar la seguridad social de los afiliados. El daño patrimonial del ISSSTESON sigue impune, tanto como el oportunismo de sus directivos.

También sigue impune la grosera manipulación del pago de la pensión, reducida ilegalmente por la actual autoridad responsable, que incumple con el aumento otorgado por decreto presidencial, así como el negligente y criminal desabasto de medicamentos y materiales de curación.

Con emergencia sanitaria o sin ella, tenemos cuentas pendientes por cobrar al ISSSTESON. La lucha, con gel y cubrebocas incluido, debe continuar.

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