El Jubilado No. 134

 

Información picuda y activa contra mentalidades chatas y pasivas, publicada por alguien que guarda la sana distancia en algún lugar con cubrebocas de la aún Delegación de Pensionados y Jubilados del STAUS.

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 Los microbios son unos bichos demasiado pequeños para poder verlos, escurren su presencia incluso detrás de una mota de polvo, en cualquier lugar, en cualquier momento. Son escurridizos porque una corriente de aire los puede transportar hasta la comodidad de su nariz, sus ojos, su boca y, si le apura, hasta las recónditas profundidades de su conciencia.


Si usted está infectado, presenta signos y síntomas que, eventualmente, podrán arrojar un diagnóstico y un tratamiento, y se podrán echar a funcionar los engranajes de la farmacología. La moneda de una vacuna está en el aire, pero de aquí a que caiga y salga positiva pueden pasar muchas cosas.

Igual ocurre en las organizaciones sindicales. Tras un tiempo vemos cómo las dirigencias se convierten en una redundancia: hay cambios de posición pero básicamente son los mismos, con los mismos argumentos y la actitud de dar manotazos a las opiniones contrarias, con la misma insistencia en la incapacidad de la organización de defender enérgicamente y por tiempo prolongado sus demandas, con la misma sebosa elocuencia de dar palo a todas y cada una de las objeciones y réplicas que presente la base en asamblea. Nada es conveniente salvo la aceptación condicionada de los ofrecimientos de la administración, porque el caso es darlo pero aparentar fruncirlo.

El virus del charrismo, el Charrovirus universitario, penetra silenciosamente en las estructuras sindicales, se aloja en los órganos de dirección, irradia sus efectos en las asambleas, penetra las academias, inmoviliza por anemia emocional las voluntades de los afectados y, como consecuencia lógica, podemos tener un NO por respuesta en cada uno de los puntos del pliego petitorio y votar mayoritariamente por no estallar la huelga. Por ejemplo: 1003, contra 189 y 49 abstenciones que revelan el “ahí se la echan” y el triunfo de la apatía sindical.


¿Para qué votar por la huelga si estamos desmovilizados? ¿Cómo le hubiéramos hecho si llegamos a estallarla? ¿Qué tal si nos pega el Covid-19 por andar hechos bola en el campus? ¿Para qué hacerla de pex si de todos modos nos iban a tirar con el 3.4% por el tope salarial?

¿Tenemos que darle las gracias a la administración universitaria por reconocer nuestra madurez y responsabilidad, demostrada una vez más al agacharnos con el trasero al aire para que nos lo piquen? ¿Cuántas medallas logramos al apoyar tácitamente la política de paz laboral “que da certidumbre a las inversiones” que impulsa Claudia Pavlovich, agarrada de la mano de su mascota en turno?

En este contexto de sana distancia, la respuesta virtual al posible brote opositor en el seno del sindicato es la asamblea virtual, las decisiones virtuales, los acuerdos virtuales y la vida sindical en forma de plataformas informáticas que bien pueden eternizar los momentos de una historia que devino farsa a lo largo del tramo entre 2007 y 2020, donde el personaje recurrente es el actual secretario general.

Queda claro que para las autoridades universitarias las respuestas sindicales son democráticas y responsables, siempre y cuando ocurra lo que para el STAUS ya es costumbre: no protestar, no suspender actividades, no hacer ruido ni afectar la imagen “institucional” con cosas tan poco importantes como la defensa del Contrato Colectivo, la estabilidad laboral, la mejora salarial, la seguridad social y la dignidad de los académicos universitarios.

Así las cosas, es claro que somos un ejemplo de sindicato bien portado, que merecemos sobradamente las croquetas que se sirvan tirarnos. ¿Gracias?

 

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