El Jubilado No. 145

 

Información picuda y activa contra mentalidades chatas y pasivas, publicada por alguien que duda, se encabrona y concluye, en algún lugar de la aún Delegación de Pensionados y Jubilados del STAUS.

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Inicia el año y saludamos a los jubilados universitarios y similares, con ánimo resuelto a que nos valga mater la adversidad de aparecer como objetos decorativos en los discursos de unidad y democracia sindical, ser ninguneados por quienes creen poseer la fuente de la eterna juventud y el escudo protector contra las enfermedades infecciosas, crónico-degenerativas, las asociadas a la vejez y la sensación de abandono y discriminación por haberse retirado del servicio activo.

Nos pronunciamos por que se nos reconozca la calidad de universitarios y sindicalistas de pleno derecho, conforme las normas estatutarias y contractuales y aquellas que dignifiquen el trabajo acumulado y los beneficios de las leyes y acuerdos internacionales en favor de la tercera edad.

Nos oponemos radicalmente contra cualquier tipo de discriminación, abuso y marginación y, en ese sentido, llamamos a reforzar la autoestima y las garantías de una vida digna para los jubilados y pensionados.

Nos encabrona que se den situaciones tan dolorosas como las que recientemente se dieron al sufrir la pérdida de un compañero académico jubilado de Ciencias Sociales, persona altamente estimada y reconocida por sus pares.

Indigna el estado de indefensión que sufren (entre otros) los académicos en retiro, donde el enfermar y morir es no sólo una tragedia personal, sino familiar y gremial.

¿Cómo es posible que seamos un sindicato progresista y solidario si un compañero muere y la familia pasa a parir cuates por carecer de recursos y apoyo para darle una despedida digna y humana?

¿Por qué no existen previsiones presupuestarias en la Universidad de Sonora para cubrir los gastos del funeral de quienes sirvieron a la institución durante una vida laboral?

¿Qué parte se nos olvidó del marco normativo sindical para considerar la pérdida de un agremiado como propia y de interés de la organización?

¿Por qué el sindicalismo sigue discriminando o ignorando a sus miembros más antiguos y experimentados?

¿Por qué seguimos actuando de acuerdo con la lógica patronal de ahorro de gastos y evasión de compromisos?

En última instancia, ¿puede más la solidaridad con los miembros del sindicato o la aceptación lameculista y pusilánime de las exigencias e intereses de la administración?

Tras la reciente muerte sufrida, lo congruente sería retomar la bandera de la defensa de la seguridad social y del sindicalismo de todos y para todos, o declararse incompetentes para cumplir y hacer cumplir el deber elemental de la solidaridad gremial, como un imperativo categórico y, por tanto, definitorio de nuestra existencia como organización. Samos congruentes y actuemos en consecuencia.

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