El Jubilado No. 150
Información picuda y activa contra mentalidades chatas y pasivas, publicada por alguien que se encabrona y propone, en algún lugar de la aún Delegación de Pensionados y Jubilados del STAUS.
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Todo bien, salvo que la experiencia nos dice que la defensa termina cuando los académicos afiliados al STAUS finalmente son jubilados y, en consecuencia, dejan de ser trabajadores activos. Ahí empieza a verse la otra cara de la moneda en la que, por Estatuto, se juega la suerte de todos los miembros.
Las lágrimas de cocodrilo que la dirigencia sindical derrama en sus reclamos mediáticos contrastan con el trato que en vivo y a todo color da a sus miembros jubilados y pensionados, porque “ya no son trabajadores activos” y por tanto no tienen parte en todos los beneficios sindicales otorgados a los demás, es decir, “el estatuto no es una llave mágica” para acceder a los derechos de los miembros del STAUS consagrados en su documento básico, según nos ilustró hace poco el secretario general Díaz Hilton, en ocasión de la discusión sobre el fondo mutualista que, según Barraza, Anaya y Díaz, “no estuvo pensado para los jubilados.”
Así que si hoy es usted un trabajador defendible sindicalmente puede suceder que mañana (literalmente) le llegue el aviso de que fue aprobada su solicitud de jubilación y, por tanto, dejó de ser sindicalista de pleno derecho y queda como candidato natural a la exclusión, el ninguneo y las patadas virtuales que hagan falta puestas en su trasero. Se acuesta como sindicalista y despierta como una especie de “arrimado” en su organización.
Desde luego que las ninguneadas no son gratuitas ni discretas, porque parece que a algunos les produce satisfacción regañar al jubilado que hace reclamaciones, decirle que debe estar agradecido por taaanto que se le ha dado, que sale caro y que además es “un peligro para la existencia misma del sindicato”, porque sus reclamos y pretensiones no sólo son absurdas sino que “ponen en riesgo al fondo de pensiones y, por tanto, al STAUS”.
Cualquiera que no se chupe el dedo puede pensar que reincorporar a los jubilados y pensionados al famoso fondo mutualista da lo mismo que hacerlo con los nuevos trabajadores académicos, con la ventaja que los PyJ no son nuevos y ya habían venido pagando cuotas hasta el momento de su exclusión unilateral por parte de la propia comisión encargada.
En este caso ¿en qué perjudica al fondo si reinician su pago de cuotas? ¿No es lo mismo que se reincorporen los jubilados y paguen cuotas, a que se incorporen nuevos integrantes, o la clave de la exclusión está en ser jubilados y pensionados?
Cabe recordar que el académico jubilado y pensionado ya trabajó, aportó su esfuerzo al servicio de la institución universitaria y el sindicato, aportó tiempo y esfuerzo (y cuotas) a su organización, y trabajo para la mejora de las condiciones de trabajo y retiro digno. Por ello, la institución y el sindicato hacen una ceremonia de reconocimiento a sus académicos que pasan a retiro.
Pero del dicho al hecho hay mucho trecho, y lo que se reconoce en alguna ceremonia donde se quema incienso a los jubilados, se toman fotos y entregan cuadros conmemorativos de plástico, latón o papel, se evapora una vez termina la ceremonia y la gente desaloja el auditorio.
Si la conciencia institucional se tranquiliza con el discurso y la ceremonia, la vida sigue su curso y renueva los reclamos de consideración y respeto: el jubilado ya cumplió su tarea y merece los beneficios de un retiro digno, sin demagogia, no con fotos ni discursos, sino con inclusión, equidad y justicia. Nada más pero nada menos. Justamente esto es lo que reclamamos, a la institución y al sindicato.
Pero bueno, por lo pronto ya está la moneda cuaresmal del emplazamiento en el aire y el tiempo corre hacia el desenlace: o hay huelga que se estalla y sostiene por no satisfacerse los reclamos y peticiones, o sucede lo que algunos llaman “madurez” sindical, es decir, se aceptan las migajas que la administración se sirva arrojar al plato de los negociadores, pero eso sí, muy democrática y combativamente.
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