El Jubilado No. 151
Información picuda y activa contra mentalidades chatas y pasivas, publicada por alguien que se encabrona, duda y cuestiona, en algún lugar de la aún Delegación de Pensionados y Jubilados del STAUS.
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Las huestes sindicales de casa se agitan sin abandonar la prudencia y la madurez necesarias para tratar con la delicadeza del caso a la actual administración universitaria, empezando por el hecho de quien rige los destinos de la institución es una mujer que, además, viene del área de las Humanidades. Si no es humanista por convicción si lo es por contagio… o puede que no.
La enfermedad de la prehuelga pasa por etapas contradictorias, ya que mientras las expectativas son altas por aquello del humanismo “de arriba”, los negociadores de nueva cuenta se encuentran con el clásico “no” tan repetido que ya es costumbre como respuesta al pliego petitorio, más el infaltable “no hay recursos para…” y la puesta en duda de la veracidad de los reclamos.
Cuando parece que ya nos acercamos al meollo del asunto del desfase salarial respecto a la realidad del poder adquisitivo, se nos pone enfrente el argumento esterilizante del tope salarial, mecanismo que se esgrime como arma contundente contra cualquier aspiración compensatoria.
Si esto es de por sí frustrante, los males no viene solos si consideramos las demandas de los jubilados y pensionados (PyJ), especie en extinción y con derechos limitados por exclusión, de acuerdo con la sabiduría del líder y propietario del sindicato y la corriente que lo rige: el fondo mutualista no está pensado para jubilados, ya que pueden ocasionar su quiebra y la destrucción del sindicato.
Nos preguntamos nomás por distracción: ¿Los nuevos profesores que se incorporan al sindicato, no ponen en riesgo la existencia del fondo y el sindicato y los PyJ que pudieran reingresar sí? Las sumas y las restas funciona diferente para los activos nuevos que pagarán cuotas al fondo que para los PyJ que también las pagarán?
Este misterio numérico ya lo resolvió Barraza, experto en corridas actuariales, a contrapelo de la lógica ordinaria que toma por similares los ingresos y egresos de unos y otros, considerando que lo mismo vale la cuota de unos y otros y que la muerte no se distribuye de maneara tan lineal ni tan discriminante (de hecho, parece que los activos se mueren más que nosotros).
Pero, más allá de la lógica y, sobre todo, de la justicia, parece predominar el criterio de que el señor “B” cuenta con la verdad por ser dueño de “un liderazgo que muchos quisieran tener.” Al respecto, nos cabe la duda si el propio beneficiario de tal veneración estará de acuerdo con esta forma tan burda de deshumanización, tan ajena a la idea de democracia y progresismo que oficialmente postula, o si será la víctima inconsciente de la babeante irracionalidad de sus aplaudidores.
Estando así las cosas, no estaría mal que los seres pensantes de la delegación aceptaran que el tal señor no es tan distinto a cualquiera de nosotros, que su organismo también realiza funciones fisiológicas, le dan agruras, pedorretas y esas cosa que demuestran la normalidad en los seres humanos, por más que algunos pretendan divinizar al sujeto, y que el liderazgo se tiene y se pierde, en función de la realidad y la necesidad de las organizaciones.
Cualquiera podrá estar de acuerdo en que en el sindicalismo no debe haber figuras perpetuas, enquistadas en los órganos de dirección si queremos seguir llamándolo democrático, independiente y progresista, de la misma manera en que resulta aberrante que existan camarillas que actúen como propietarios del rumbo y la dirección sindical, una “mafia del poder” universitaria.
Ligar la verdad a los dichos de un individuo (que cuenta con otros como caja de resonancia) es tan absurdo como borrar de cualquier consideración a los otros actores sindicales, a las otras voces que forman el abanico de visiones democráticas que representan la pluralidad reconocida por el propio Estatuto del STAUS, cuando se refiere a la constitución de grupos o corrientes al interior de la organización. Las visiones monolíticas terminan siendo aisladas y superadas por la realidad, que tarde o temprano vence dogmas e inercias.
La delegación se encuentra en el momento justo para hacer una valoración de nuestras luchas y demandas, de los reclamos que, siendo justos, no pueden admitir ser ignorados o excluidos bajo ningún pretexto o argumento de autoridad ficticio, basado en el culto a la personalidad o a la antidemocracia que de tan repetida se ha convertido en costumbre.
Es importante que se trate de democratizar la Universidad pero, en obvio a la congruencia, no nos olvidemos del sindicato. Recordemos que las aguas que no se mueven se estancan y que la sabiduría popular consigna que “vaca de no da leche, al matadero”. Que así sea.
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